
Aunque el humano ha logrado desarrollar conocimiento, poder y voluntad, es falible, débil ante sus deseos, y limitado en conocimiento y poder. El hombre está obligado, por tanto, a buscar siempre el gobierno natural de Lo Omnipresente y a aceptar voluntariamente todo cuanto procede de ello.
La superestructura de esta cultura reposa en la humildad y el respeto hacia lo que es superior al humano.
Naturalmente y genéticamente los humanos experimentan una aversión y rebelión contra pautas culturales grotescamente deformadas y tergiversadas.
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