Cuando Roma comenzó a ser cosmopolita se introdujeron en la República toda clase de influencias (todos querían meter las manos en el plato). Los representantes del pueblo se iban en discusiones interminables; unos opinando una cosa y otros la otra, de modo que la nación trastabillaba y se debilitaba.
Júlio César concluyó que un gobierno autoritario con una cabeza fuerte era lo que hacía falta.

El Senado lo asesinó por eso. Pero su heredero César Augusto lo hizo; se proclamó Emperador. Y a su vez, el heredero y continuador de Augusto y 2º Emperador romano, Tiberio, resolvió ir más lejos; expulsó a los judios y prohibió la reverencia a los dioses egipcios, de modo que si había egipcios en Roma se tendrían que 'romanizar'.
Los Emperadores subsiguientes fueron aún más lejos; todas las personas del imperio debían practicar la religión del Emperador, e instauraron la Inquisición.
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